Mi paso por un Call Center, día 6.
Qué trabajo feo y alienante que es el telemercadeo. Estás seis horas casi al hilo recibiendo un llamado cada menos de veinte segundos. A menos que encuentres las pequeñas y tramposas formas que hay para extender ese ratito, no podés pensar. Pero en serio eh, no podés pensar.
Una compañera me dijo que cada momento que tenía libre parecía que estaba en cualquier lado, menos en frente de la computadora. Y es verdad, si no te dejás volar un poco...
Aclaro que no me dibujé a mí, es más bien un telemarketer genérico. Lo que todos deberían hacer para no dejar que su cerebro se derrita.
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